Y TE ACUERDAS DE…
Y TE ACUERDAS DE…
Desde que nací hasta aproximadamente los 25 años, vivía en una comunidad con una gran piscina. Una piscina de 33 metros de largo y unos 15 de ancho, que llegaba hasta los 4,5 metros de profundidad en lo más hondo. Yo nací en mayo, así que desde que tenía un mes, bajaba a la piscina metida en el cochecito y ahí estaba encantada al aire libre, según cuenta mi madre.
A nadar aprendimos casi a la vez que caminar, era lo que hacíamos todos los veranos todas las niñas y niños de la comunidad, pasar el día entero en la piscina, haciendo piruetas, nadando, jugando en el agua, buceando… El santo socorrista debía de tener ojos por todo el cuerpo.
La reina de bucear era mi amiga Belén. Era capaz de hacer un largo (33 metros) por debajo del agua e incluso un poco más. Yo hacía ancho y medio, y con eso ya me daba por satisfecha. La semana pasada, precísamente, lo recordábamos con una sonrisa en la cara, con el típico “y te acuerdas de…”.
A veces, en la parte honda de la piscina, bajabamos los 4,5 metros y nos sentábamos en el suelo, hasta que ya no nos quedaba casi aire y entonces subíamos. Para nosotras era un juego y un reto, llegar hasta abajo y aguantar ahí sentadas, hasta que dejaba de ser agradable, porque te quedabas sin aire y entonces, te impulsabas con todas tus fuerzas hacia arriba para salir y respirar.
Y sin darnos cuenta en ese momento, todos esas vivencias de niñas, nos enseñaron a vivir. Nos enseñaron a que en la vida, también, juegas, ríes, haces piruetas, te enfrentas a retos y que cuando bajas y bajas, queriendo o no, hasta tocar el fondo, aguantas lo que puedes y entonces, cuando ya no es agradable, es cuando llega la hora de decidir, si te quedas sin oxígeno en lo más profundo o por el contrario, decides impulsarte todo lo fuerte que puedas hacia arriba, hasta salir y respirar.
De eso se trata la vida, de que pase lo que pase, decidas impulsarte con todas tus fuerzas hacia arriba, para salir y respirar.
A veces, olvidamos todo lo que hemos aprendido de niñas y que de vez en cuando, nos vendría bien recordar y decir un “te acuerdas de…”. En el parque, campamentos o en el colegio mismo, en el que llegábamos a ser 45 en una misma clase y aún así aprendimos. En el que, en la clase de gimnasia, saltabas el Potro y el Plinton, con cuantos más cajones mejor, que te daba más nota, y hacías la voltereta lateral en la barra de equilibrio para llegar al 10. En el que vivías y también sobrevivías en muchas ocasiones, en esos patios con todas las clases a la vez, en la media hora del recreo, con niñas majas y no tan majas.
Ahí, aprendimos entre muchas cosas, que para coger el balón en el aire no debes perderle de vista, pero tampoco dejar de mirar la estructura de hierro que protege al árbol, que de un momento a otro va a estár en su trayectoria, y sí, cogí el balón, con el resultado de un ojo hinchado y morado. Aprendimos, que para conseguir hacer esa voltereta lateral en esa barra de equilibrio y no caerte, tienes que mirar fijamente a donde quieres volver a pisar, a donde quieres llegar. Como en la vida, igual, objetivo, atención y enfoque. Y que aún así, a veces te caías y te hacías daño, y entonces, era cuando llegaba ese momento, en el que decidías si te quedabas en el suelo compadeciendote o te levantabas y lo volvías a intentar. Todo por conseguir ese 10. Todo, ahora, por vivir y por qué no… ¡Por ser feliz!
Y hoy te pregunto más que nunca ¿te vas a quedar en el fondo o vas a impulsarte con todas tus fuerzas hacia arriba para salir y respirar? ¿Y te acuerdas de…?
Como siempre, tú decides.
¿A qué esperas?
Recuerda… LA VIDA ES HOY.
By Marta Pintado